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11.11.15 - 12:15 ¦ Generales
Relatos Verdolagas: Diego Pietrafesa
Me llamó Guillermo Panizza y me dijo: "El Pupi te sigue en Twitter, escribile así pasas a verlo". Caramba la modernidad, pensé, mientras recordaba aquellos domingos de hace más de tres décadas, en que sacaba del Diario La Nación las formaciones de los equipos, las pasaba en la Olivetti carro largo a un papel para, mientras veíamos a la tercera, memorizar al equipo y sus rivales, soñando relatar fútbol algunas vez. (Relataría la liga Española luego, con el mismo entusiasmo que relataba los partidos entre botones sobre el encerado césped de parquet de la casa de mis abuelos). Ahora es otra cosa.
Le escribo al Pupi, entonces. Y el Pupi me responde. "Pasate, a las cinco terminamos de entrenar. Abrazo, amigo".
Y ahí fui. Fuimos, en verdad, con Viole Pietrafesa.
Llegamos y la práctica todavía seguía. Vimos pasar los jugadores, Pupi incluído, pero como habíamos quedado que nos veríamos después, ni me acerqué.
De repente, la catástrofe: "Los jugadores ya se retiraron del vestuario", me anuncia, mustio, un hombre de la seguridad privada. Desconcierto y conmoción. ¿Qué hacer?
Me tiro el lance y le escribo por Twitter al Pupi con un ingenuo ¿"dónde estás?".
Pasan segundos eternos. Y Pupi responde "Ey, te estaba buscando". Que se entienda, yo había ido a saludarlo, pero él me estaba buscando a mí.
El alma nos vuelve al cuerpo y, un ratito después, asoma el artillero. Viole le cuenta cómo lo vemos pedir la pelota cada partido, como levanta las manos pidiendo juego y lo mucho que valoramos su esfuerzo. Le admito que en el último Ferro-Central, por la Copa Argentina, no invoqué mis contactos celestiales cuando fue a patear el penal que erraría, definiendo la llave.
"Pupi, mi viejo era canalla, la verdad que cuando fuiste a patear miré al cielo y dije, 'tranqui, pa, todo bien, si gana Central no me molesta perder'. Él me acompañó a ver a Ferro como un verdolaga más, no podía traicionarlo así", le expliqué.
"Qué bien me lo atajó el hijo' e puta", me respondió en su cordobés nativo.
Viole le pidió si podíamos ir al arco a hacer unas fotos. No hubo drama. Le conté al Pupi y a ella que cuando era chico los arcos eran de madera y los postes, cuadrados. Le revelé que pese a los 30 grados de calor a la sombra, llevaba boina de lana porque venía invicta. "Entonces le doy un besito", dijo el 9. Saqué a relucir otro secreto. Mi sobrino Franco Pietrafesa, cábala oficial, con él en la tribuna jamás perdimos un partido. "Mandale un abrazo, en serio", me pide el Pupi. Me recuerda, contento, el móvil para Telefe en el que, yo en la calle, Guillermo en el piso, lo nombramos. Y, por fin, le digo lo que había ido a expresarle: "Pupi, gracias por hacernos felices. Como sea que termine esto, decile a los muchachos que nos regalaron felicidad. Y que estamos agradecidos. Lo demás, no importa". Al tipo le cambia la cara. Me mira con ternura épica y afirma "Sí que importa".
E hizo lo que hace en la cancha: me trasmitió confianza, se hizo cargo de un sueño de hace 15 años.
Si es verdad, como decía el Tano Fazzini, que al fútbol se juega como se vive, el Pupi es de una sola pieza, con y sin pantalones cortos. Trasmite sencillez, esfuerzo, esperanza. Y va a cada pelota como -sin que se sepa mucho- le va a sus partidos personales, vengan como vengan, salgan como salgan. De lo que tiene, no se guarda nada. ¿Mucho, poco? Que respondan los mercantilistas de la emoción. Esto es otra cosa.
Tenés razón, Pupi: sí importa. Pero dejame corregir. Importa ser buen tipo, importa tener un buen corazón, importa apostar a causas perdidas, importa levantase a dar pelea cuando viene la mala. En Ferro crecimos forjando la humildad, siempre. Durante los escasos laureles, durante los numerosos fracasos. Nos burlaron -pasa en todos los ordenes de la vida- desde la supremacía de los más fuertes, de los más poderosos, de los más grandes.
Gracias, Luis Ángel Salmerón, por embellecer y dar significado a nuestra modestia: Tenemos los verdes, somos ricos.
Gentileza: Diego Pietrafesa - Relatos Verdolagas
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