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30.10.18 - 19:02 ¦ Generales

Anticipo del libro de Cacho Saccardi

Cacho Saccardi, el último guerrero romántico"Cacho Saccardi, el último guerrero romántico", es la búsqueda de un acto de justicia. Que el máximo ídolo de Ferro y uno de los últimos exponentes del antimercantilismo en el fútbol tenga su biografía. La prueba de que el dinero no es la única carnada para el anzuelo.

Desde la intención, al menos, no es una biografía convencional; la cronología de una historia. Apunta a abordar al personaje desde distintas miradas y tiempos. Seguramente faltarán voces en las 148 páginas, porque todos tienen una historia valiosa, un vínculo con Cacho. Pero pasó el tamiz de sus más íntimos, la barrera del corazón, que entendí como la más importante.

En el libro, publicado por Ediciones Al Arco, está el Cacho que configuraron Graciela, su compañera de toda la vida, sus hijos Alejandro y Cristian, su hermana Alicia, su mamá; y sus amigos, compañeros, y dirigidos, como Oscar Garré, el Burro Rocchia, el Beto Márcico, Pichi Peláez, Carlos Aimar, el Gallego González, Enrique Polola, Quique Rottemberg, el Gordo Cordon, el Beto Yaqué y Carlos Mac Allister, entre otros. También está el Cacho fronteras afuera de Caballito, en el Hércules, donde también es ídolo, en su breve paso por la Selección, en Estudiantes de Caseros y Gimnasia de Jujuy; en el adoquín de Pompeya, donde se forjó.

Está el futbolista al que Boca fue a buscar dos veces, pero eligió el corazón. El caudillo recio que en el campo de juego raspaba, pero fuera de ella todos querían en su entorno. El papá postizo de los jugadores en su etapa como entrenador, frontman de las últimas alegrías de Ferro en Primera División. El de las charlas técnicas al borde de las lágrimas.

En unos días, el libro saldrá a la cancha en puntos exclusivos de venta y librerías; también habrá expendio on line. Mientras, aquí dejamos 5 relatos que forman parte del libro y, de alguna manera, ilustran la esencia y estatura de Gerónimo Cacho Saccardi.

IRROMPIBLE

“¡Cacho, Cacho! ¡La pelota!”, ocurrió en esas matas de pasto, ahí nomás de su casa. El germen del carácter, que esperaba por la regada oportuna del destino. Los pibes grandes del barrio en apariencia peloteaban, la redonda rodó fuera de los límites del campo, el niño Gerónimo vio su chance de demostrar. La derecha se infló de ímpetu, el cuerpo se puso en posición de remate para la devolución. Pero, curiosamente, el balón apenas si tomó impulso y rodó con pereza. Los dueños, ante la situación artera, la broma pesada y dolorosa, estallaron en una carcajada. No se trató de una pifia de nuestro hombre. Travesura para tarjeta roja: una cobertura de goma disfrazaba de pelota lo que en realidad era una bola de bowling. Cachito maquilló el dolor mordiéndose los labios, dicen los testigos que los ojos no vertieron una lágrima. Se retiró rengo, rumiando. Una semana después, con el pie enyesado en alto y su pasión limitada por la fractura, se sentó en el umbral procurando hacer girar las agujas del reloj, cuando vio pasar a sus victimarios por la vereda de enfrente. “Traeme la gomera” le indicó a su hermana. Desde ese día, en los picados, incluso fue referente del grupo de pibes grandes del barrio. “Si a los 13, 14, ya aparentaba 17, 18”, acota Alicia, Nena, para todo el mundo; su cómplice en la venganza.


EL FLECHAZO ETERNO CON FERRO

”Me iban a dar el toque”, firmó el protagonista en una evocación sobre aquel duro 1971, anunciando lo que finalmente no fue.

“En ese momento, prácticamente ya no existía ni como jugador, ni como promesa, ni nada. Para colmo, me había casado y no tenía un mango, lo puedo asegurar. Si me dejaban libre, quizá Saccardi se terminaba ahí mismo. Pero, ¿la verdad? Me hicieron el contrato... De lástima, te diría, para ayudarme y no dejarme en banda. Por eso, después, cuando llegué a la Selección y a jugar en España y a hacer una buena posición económica, ¿me podía olvidar de cómo se había portado Ferro conmigo?”. El relato crudo, sin maquillaje, es del propio Cacho, y termina explicando de qué material está hecho su vínculo irrompible con el club. De un compromiso de los de antes, que no necesita firma, rubricado con el agradecimiento y el sentimiento. “Santiago Leyden, el presidente, le renovó porque lo apreciaba”, refuerza Graciela de Saccardi. No sólo Leyden lo quería. Sus compañeros y amigos también. Y tan profundamente que salieron a la cancha. “No podíamos dejar que quedara libre. Así que con el Goma fuimos a hablar con Leyden para pedirle que le hicieran contrato, aunque sea por el mínimo”, devela la movida Peláez. Fue el primer paso para la transformación. El verdadero Cacho, el 5, el titán, estaba por surgir.

LA ENERGÍA DE LOS NÚMEROS, UNA DE LAS CÁBALAS DE CACHO

Los números y su carga energética. Elementos que no faltaban en la batalla de Saccardi por captar el favor de la suerte. No es para menos: aparecen casi en la génesis de su carrera como futbolista. “Cuando al fin me ponen de 5, me dieron la camiseta 7. Nadie quería usar ese numero y me lo endosaron. En ese momento, el Flaco Lorea -ex atacante de aquel Ferro de los 70- me dijo: "No te hagas problema; el que se pone esa camiseta hace goles". Esas palabras fueron una premonición: a los 5 de ese partido contra Huracán, hice un gol”, explicó Cacho. Y vinieron muchos más... Otra gambeta a las cifras polémicas. Se sabe, el número 13 nunca tuvo buena prensa. Pues bien, en su universo, mejor evitarlo. Por eso, nunca dejaba el cuentakilómetros del auto en 13. ¿Y si a la hora de estacionar se plantaba en el número infernal? Fácil: daba un par de vueltas de más hasta que pasara a 14.

LA "PICA" CON VÉLEZ Y LA BROMA A MARCELO BIELSA

“Como todos los hinchas de Ferro, Cacho tenía algo especial contra Vélez. Y en el verano del 98 se armó un amistoso contra ellos en la localidad de Trenque Lauquen. A Vélez lo dirigía Bielsa y terminamos ganando 3 a 2. Al final del partido, Bielsa, con el que Cacho tenía muy buena relación, salió a la cancha a trotar. Estaba todo oscuro, y nosotros estábamos en el auto, escondidos. Entonces empezamos a silbarle. El Loco miraba para todos lados, re caliente, queriendo saber de dónde venía el sonido. Y nosotros seguíamos silbándole, ja ja. Después nos fuimos, si Bielsa se avivaba nos iba a matar”, se divierte Quique Polola, histórico preparador físico de Ferro y del cuerpo técnico de Saccardi.

LA SEÑAL DIVINA PARA EL FIN DE LA HISTÓRICA RACHA SIN GOLES

El fin de la sequía ofensiva llegó el 28 de abril de 1999, frente a River en Caballito. Y así como la serie adversa tuvo tufillo a hechizo, la ruptura fue acompañada por un halo mágico. O místico, aunque, es verdad, un tanto prefabricado... “La charla técnica previa al partido fue en el Hotel Cuatro Reyes, donde se concentraba el plantel. Mi papá llevó a los pibes a un patio interno que tenía el lugar, cubierto por un techo de policarbonato. En un momento de la charla motivadora, Cacho le pidió a Dios, gritando, que diera una señal de que estaba con ellos. Y ahí nomás Polola hizo caer un baldazo sobre el techo de policarbonato, que hizo un estruendo... ¡El susto que se pegaron!”, relata Alejandro Saccardi el ardid empleado para invocar al gol. Que apareció, al fin, a los 63 minutos de aquel juego ante River, a través de Raúl Cristian Chaparro. Fue el 1-1, ya que el Millonario se imponía 1-0 a partir de la conquista de Damián Álvarez. El grito costó en salir de la garganta; previamente amagó con un tanto anulado a Martín Mandra. El delantero, además, anotó el 2-1; y no fue victoria de Oeste porque Javier Saviola se empecinó en amargarle el desahogo sobre el final.


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